La ofensiva contra Francia debía hacerse flanqueando las fortificaciones galas a través de Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Helmuth von Möltke, sucesor de Schlieffen como jefe de Estado Mayor, modificó ligeramente el plan disponiendo que la invasión se hiciera sólo a través de Bélgica y Luxemburgo, violando los tratados que obligaban a Alemania a respetar la neutralidad de estos dos países. A la inmediata y lógica protesta internacional por este atropello, el canciller alemán, von Bethmann-Hollweg, se limitó a responder que “la necesidad no reconoce ley”.
Alemania concentró siete ejércitos en el frente occidental, tres de los cuales invadieron Bélgica, uno Luxemburgo, otro trató de forzar la entrada por los Vosgos y los restantes quedaron en Lorena y Alsacia. Las tropas alemanas que invadieron Bélgica y Luxemburgo sorprendieron a los franceses y no tuvieron mayores problemas en alcanzar un mes más tarde Chantilly, junto al Marne, a unos 40 km de París.
Ante la gravedad de la situación, mientras el gobierno francés se trasladaba a Burdeos, el general Joseph Joffre, jefe del Estado Mayor Francés, ordenó una formidable contraofensiva que constituyó la primera batalla del Marne y que obligó a los alemanes a retirarse más allá de los ríos Aisne y Vesle. A partir de ese momento en que la ofensiva alemana fue bloqueada, las acciones bélicas se rigieron por los principios de la guerra de desgaste, prolongando impensadamente el conflicto.
Además de la vigorosa contraofensiva francesa, el fracaso, no obstante su éxito inicial, del plan Schlieffen, se debió a varios factores. Entre éstos se cuentan la falta de una comunicación directa entre el Cuartel general alemán y los comandantes de campaña, al desplazamiento precipitado de unidades al frente oriental ante la penetración rusa en territorio prusiano y a errores de apreciación sobre la combatividad de las fuerzas belgas y del cuerpo expedicionario británico y sobre la movilidad del ejército francés gracias a su red ferroviaria.
Al obligar a los alemanes a fijar sus posiciones en una larga línea de trincheras, que casi no se movería hasta el final del conflicto, los franceses alteraron radicalmente los planes germanos, a lo cual también contribuyeron los rusos. En los meses siguientes a la primera batalla del Marne, las operaciones bélicas en el frente occidental se centraron en el control de Calais, Dunkerque, Boulogne y otros puertos del Canal, vitales para las comunicaciones franco-inglesas. En este cometido, los alemanes sólo pudieron disponer de un trozo de costa entre la frontera holandesa y Ostende, desde donde hostigaron a Inglaterra mientras procuraban contener la ofensiva rusa en el Este.
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